viernes, 29 de junio de 2012

Ingratitud total.


No es de extrañar que un pueblo que le volteó la espalda a quien lo liberó del yugo español, lo haga doscientos años después con quien dedicó todo su esfuerzo a librarlo de la amenaza terrorista


Cuando el libertador Simón Bolívar iniciaba su camino desde Bogotá hacia la costa Caribe lo que menos le dolía era el cuerpo por la enfermedad que lo agobiaba. El verdadero dolor se centraba en su alma, en su corazón, en su orgullo. El naciente país que con tanto esfuerzo se había liberado, se encontraba enfrascado en la más inútil lucha fratricida. Facciones centralistas se atacaban con los ideales federalistas y en últimas era el pueblo, el que más afectado se veía.

Desarrolló su viaje a través del rio Grande de la Magdalena apesadumbrado y dolido, pues la traición de quienes lo habían acompañado en sus luchas se hacía cada vez más visible y terminaba el, siendo el verdadero héroe de la libertad, el gran culpable de muchos de los males que se planteaban.

Así, el país que había logrado su independencia de la Corona Española, se adentraba en una serie de acontecimientos trágicos de los que después de 200 años aún no ha logrado separarse.

Pero es un país así, sin memoria, sin gratitud por sus héroes, carente de compromiso y de lealtad. Ha sido un país que se orienta hacia el mejor postor, hacia la opción más populista y encantadora aunque diste mucho de la realidad. Es muy triste leer los titulares de la prensa nacional desde el 7 de agosto de 2010. Poco a poco se han ido orientando a difamar un gobierno que luchó de forma constante y frentera contra la corrupción, contra la violencia y contra la amenaza terrorista que tenía arrodillado al país.

A partir del año 2002 la historia reciente de Colombia se partió en dos. Al poder llegó un Presidente que nos enseñó que en la voluntad de lucha y en la decisión política estaban las herramientas para librarnos del yugo del terror que nos habían impuesto unos pocos bandidos que pretendían acabar con las instituciones. En ese año nació la Seguridad Democrática y con ella renació la esperanza de miles de colombianos que vislumbraban la paz como algo cercano en el horizonte y no como una ilusión utópica.

La Seguridad Democrática sembró las bases de la nueva Colombia, en la que el campesino tenía derecho a vivir tranquilo en su parcela y el ciudadano podía programar un viaje de descanso a cualquier región del país sin el temor de caer en un retén ilegal de los terroristas. La Seguridad Democrática abonó el terreno para que grandes inversionistas se fijaran en Colombia como un destino próspero y para que millones de turistas planearan sus viajes a este hermoso país que en alguna ocasión había estado catalogado como un “Estado Fallido”.

Pero tristemente, luego de intensos años de lucha, de mucho sacrificio por parte de los integrantes de la Fuerza Pública y de un gran esfuerzo de la población colombiana, hoy esos triunfos y avances en seguridad se ven amenazados.

Y no se trata de aquellos golpes fulminantes contra las organizaciones terroristas, que gracias al profesionalismo y entrega de unas Fuerzas Militares y de Policía continúan presentándose en la realidad colombiana. Se trata de los espacios que poco a poco ha ido ganando esa subversión camuflada en los diferentes estamentos. Y es ahí, donde se concentra el dolor de quien encabezó esa ardua lucha por conseguir una segunda libertad. Es en esos actos que generan la sensación de traición donde se plasma el rumbo inadecuado que lleva el país.

Ahora, el ex – Presidente Uribe es la comidilla de medios de comunicación, de columnistas y de personas que en algún momento se vieron beneficiadas por su gestión. Y lo más triste, es que el pueblo, la ciudadanía que alguna vez lo escogió en primera vuelta de elecciones presidenciales, que luego le brindó su apoyo en una reelección ahora le siga el juego a quienes enfilan sus dardos venenosos en contra de él y de su gestión.

Pero no es de extrañar que un pueblo que le volteó la espalda a quien lo liberó del yugo español, lo haga doscientos años después con quien dedicó todo su esfuerzo a librarlo de la amenaza terrorista.

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